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Pobreza y Salud Mental

Los elementos que constituyen la pobreza económica, se orientan a la escasez de recursos económicos para la adquisición de los elementos que permitan alimentarse, vestirse y tener un ambiente adecuado para poder vivir dignamente, con servicios de agua, desagüe y luz mínimamente.
Definitivamente un ambiente familiar con carencias económicas va a exigir a sus integrantes una mayor atención a las actividades que pudiesen generarles un ingreso económico. De esta forma lo más probable es que si en la familia hay niños, éstos contarán con menor tiempo de sus padres para sus cuidados, o ellos mismos serán involucrados en las actividades económicas que desarrolle la familia. En este caso los niños no dispondrán de tiempo adecuado para las actividades propias de la niñez, actividades lúdicas a través de las cuales van aprendiendo a compartir con otros niños de su edad, así como a ganar y perder; y saber manejar estas situaciones de triunfo o derrota.
La pobreza influirá en la salud mental de la familia en relación a cómo la familia no pueda superar estas limitaciones, principalmente en cuanto a tiempos para la comunicación y a compartir los tiempos disponibles. Sin embargo, en cuanto a los aspectos limitantes para la educación, para la salud, para la vivienda, dependerá de las políticas de los diferentes países y de las protecciones que ellos brindan a esta población.
Si no se contase con protección para la alimentación, definitivamente la desnutrición tendrá repercusiones físicas ampliamente demostradas científicamente. Si la salud no estuviese protegida por algún tipo de seguro, igualmente se tendrán severas repercusiones por una inadecuada o nula atención de alguna deficiencia de la salud.
Relación entre Pobreza y Salud Mental
Entre las víctimas de la pobreza y las privaciones es mayor la prevalencia de trastornos mentales y del comportamiento, incluidos los asociados al abuso de sustancias psicotrópicas. Esta mayor prevalencia puede explicarse por la acumulación de causas de trastornos mentales entre los pobres, así como por la transición de los enfermos mentales hacia la pobreza. Aunque se ha discutido cuál de estos dos mecanismos es responsable de la mayor prevalencia entre los pobres, los datos indican que ambos tienen importancia.
Por ejemplo, el mecanismo causal puede ser más válido para los trastornos depresivos y de ansiedad, mientras que la teoría de la transición a la pobreza puede explicar sobre todo la mayor prevalencia de trastornos psicóticos y ligados a toxicomanías entre los pobres. Pero estos mecanismos no se excluyen mutuamente: los individuos pueden estar predispuestos a los trastornos mentales debido a su situación social, y aquellos que padecen estos trastornos pueden sufrir aún más privaciones como consecuencia de su enfermedad. Éstas consisten en niveles de instrucción más bajos, desempleo y, en casos extremos, carencia de un hogar.
Los trastornos mentales pueden causar discapacidades graves y duraderas, e incluso incapacitar para el trabajo. Si no existe un apoyo social suficiente, como ocurre a menudo en los países en desarrollo carentes de servicios organizados de asistencia social, las personas se empobrecen con rapidez.

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